
Paris es una fiesta, como reportaba desde aquí Hemingway, y yo no he querido perdérmela. La ciudad más visitada del mundo tiene una bien conocida vocación de hacer la vida agradable, y siempre hay otras exposiciones y monumentos que visitar, más callejuelas que recorrer, y nuevos eventos para asistir.
Warhol, Kandinsky, Mahler, Monet, Picasso, Notre Dame de Paris, Belleville, Montsouris, Buttes Chaumont, Montmartre (siempre Montmartre), Saint-Sulpice, Champs Elysées, Panthéon, Bords de Seine, Mouffetard, la Butte-aux-Cailles, Le Marais, Nuit Blanche, Fête de la Musique, Marché de Noël, Prise de la Bastille, le Printemps du Cinéma, randonnée, pique-nique, vernissage, avant-première, café, soirées, Musée du Louvre, d'Orsay, Versailles, Saint-Denis,…. …and all that Jazz.
Mi trabajo, como era de esperarse, sufre y se retrasa en consecuencia. Un lugar ideal para hacer estudios de posgrado podría ser Minsk, o Siberia, en Rusia. Aquí simplemente hay demasiadas ocasiones ineludibles para evadirse, cultivarse, y conocer el mundo.
Otro inconveniente que me ha gustado mucho, es vivir en una villa internacional de estudiantes, la Cité Universitaire, donde jóvenes de todo el mundo coinciden en pasillos, cocinas (y baños), galerías y otras áreas en común, que permiten conocer y socializar con gente de todo tipo, pero que sobre todo auspician un experimento permanente de sociología. A partir de cierta edad, uno tiende a consolidar su personalidad, y a mantener una misma red de amigos, familiares, conocidos y contactos; los estudios de posgrado demandantes nos hacen, además, encerrarnos a trabajar y aislarnos del mundo. Sin embargo, el hecho de verse de pronto solito, rodeado de gente nueva y en un ambiente festivo y cálido como el que (todavía) predomina en la Casa de México, nos empuja a salir del caparazón y pone a prueba nuestra capacidad para convivir y socializar. Rodeado de jóvenes, he vuelto a sentirme estudiante y los paseos y comidas, las desveladas y fiestas, el vino y la cerveza han vuelto a atacarme con una fuerza tal, que a veces apenas me dejan tiempo para otras cosas. El ùnico inconveniente entonces, sería ése, y las molestias ocasionadas a los vecinos más prudentes, que (pobrecitos) nunca faltan.
Sin duda es una experiencia edificante y muy recomendable, esto de estudiar lejos de casa. Vivir en una nueva comunidad te facilita además un espejo que interroga tu identidad: algunos rasgos del carácter se manifiestan de inmediato y son evidentes a todos; se desarrollan o se refuerzan algunos otros, que quizá no reconocías como propios. Pero se tiene en todo caso la oportunidad de redescubrirte o reinventarte en el intercambio con los otros. A partir de cierta hora, con varias copas encima, varias veces ha vuelto a aparecer en mí la bestia narcisista que quiero superar, con sus comentarios ácidos, respuestas mordaces y ataques gratuitos. Dr Jekyll y doctor House…. Este Narciso re-emerge cuando me ahogo, pero durante el día casi siempre consigo mantenerle a raya, y los amigos siempre ayudan.
Todo el conjunto de la experiencia: la vida nueva o la atmósfera novedosa, el trabajo pendiente, la fiesta interminable y sus daños colaterales, nos ayudan a encontrarnos y construirnos. Yo sé que he hecho buenos progresos, y no me lo paso mal. Todavîa no tengo todas las respuestas, pero ¿quién las tiene? Después de todo, la vida se trata de aprender, como el jefe mayor me respondió cuando le dije que sigo aprendiendo: “That’s what life is about”.
Y en eso ando...