viernes, 9 de abril de 2010

Je vous écris de Paris



I. Je vous écris de Paris

El tiempo me falta siempre para escribir algo decente, y por eso pospongo siempre la crónica. Ya tengo acá un año y apenas he enviado noticias.

Una vez, cierta ingrata me dijo que había quienes podían prescindir “de los detalles” de mi “interesantísima vida”, y no le falta razón, que a mí nadie me ha encargado mi autobiografía en fascículos, pero recuerdo que había a quien le divertía leerme, y a mí me gustaba escribir.

La verdad es que necesito el ejercicio. Así que me excuso de antemano por la vacuidad, lo aburrido y la falta de arquitectura de estas Memorias, pero al fin y al cabo es sobre todo para mí mismo que escribo.

voilà où nous mène l’amour-propre excessif, como escribiera Balzac sobre Víctor Hugo y su nueva novela (Notre Dame de Paris); a eso nos lleva el amor propio en exceso…

De lunes a viernes paso los días en la vieja Facultad Necker de Medicina, junto al viejo Hôpital Necker des Enfants Malades. En este hospital, René Laënnec inventó el estetoscopio y rebautizó a la “consunción” o “tisis” tuberculosis pulmonar; aquí se realizó también el primer trasplante de la historia. Un buen día se dedicó un ala a los niños, y así se creó el primer hospital pediátrico del mundo.

El edificio vetusto donde trabajo no es nada impresionante. Los estudiantes hace mucho que se fueron a otra facultad, y en el cascarón condenado a la demolición, que registra niveles peligrosos de asbesto en el aire y acumula inundaciones y otros achaques, sólo han quedado investigadores en laboratorios desordenados y viejos, en espera de la orden final de desalojo que les permita ocupar el nuevo edificio ultramoderno dedicado a las Enfermedades genéticas (“Imagine”), siempre en construcción.

Mi jefe mayor viaja todo el tiempo entre Paris y New York, dirigiendo uno de los grupos más influyentes en el campo de la Inmunología Clínica, que descubre nuevas enfermedades, recibe muestras de pacientes de todo el mundo, y que publica todo el tiempo en varias de las revistas internacionales más prestigiosas de Medicina y Genética. Yo estoy bajo las órdenes de una argentina estricta y adicta al trabajo, de la vieja escuela del esfuerzo, que se ha propuesto “sacarme bueno” y espabilarme.

Ella no es fácil de complacer y su manera de tratar a la gente la han vuelto sin duda la persona más odiada de este lado del Atlántico, pero como yo no quiero irme todavía, y pensé que podía aprender bastante, he dado cuenta de toda la paciencia y tolerancia de que soy capaz (de todo el valemadrismo también, luego de haber sobrevivido la residencia en La Raza, donde había que soportar como superiores jerárquicos a verdaderos pelmazos ignorantes por un pago mucho menor); y hasta se diría que nos hemos acoplado bastante bien, a pesar de mi inexperiencia y desconocimiento de casi todo lo que fuera laboratorio, y sobre todo a pesar de mi distracción habitual y mi torpeza arraigada.

En la Casa de México en Paris, donde estuve un año, residen sobre todo mexicanos estudiantes de posgrado, de todas las disciplinas imaginables: física, matemáticas, biología, medicina, sociología, economía; pero también músicos, chefs, urbanistas, cineastas, filósofos… Hay quien está haciendo un doctorado en energía oscura en un laboratorio de cosmología, y quien hace una especialidad en trapecio en la Academia de Circo Fratellini. Todo lo cual, por supuesto, viene muy bien cuando se quiere conocer gente interesante para desintoxicarse de la propia carrera y el medio, pero sobre todo para “debrayar” en una borrachera acerca de todo, desde los orígenes del universo y de la vida, hasta las mejores recetas mexicanas, pasando por las ventajas y desventajas de la circuncisión, o de cómo medir la felicidad de los pueblos; y acerca de la urgencia de instalar un puesto de tacos al pastor en Paris.

II. Paris est une fête.

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