domingo, 18 de abril de 2010

Lecciones de francés

¿Cómo se aprende un idioma? Se sabe que no hay mejor manera que vivir en un país donde hablen esa lengua. Como yo llegué aquí sin haber tomado algún curso formal o estructurado, tendré que comprobarlo.

Una cosa, además, es entender los ocasionales podcasts de Francés para Principiantes, que te llevan de la mano con ortodoxia, y otra muy distinta es tratar de entender a los franceses, que cortan y fusionan las palabras y hablan un francés demasiado rápido y familiar.

Se revisa, pues, la prensa, se siguen cursitos y ejercicios en línea, se escuchan la música tradicional y los noticieros de la radio; atestigua uno –perplejo y abrumado- las conversaciones durante el almuerzo, hasta que brincan primero ciertas palabras aisladas, y luego de pronto brota alguna frase inconfundible (“le coup de boule de Zinedine Zidane dans la finale de la coupe du Monde”, por ejemplo). Una tarea agotadora...

Se sabe que hay una edad crítica para reconocer los fonemas extranjeros, edad probablemente situada entre los 5 y 8 años, para familiarizarse con la pronunciación de una segunda lengua y poder llegar a pronunciarla como nativo. Cuando los chinos intentan hablar español o inglés, por ejemplo, les suena lo mismo la “erre” que la “ele” porque ninguna había formado parte de su repertorio. A mí me pasa lo mismo con las dos pronunciaciones de la “u”; una lección básica puesto que hace la diferencia entre “encima” y “debajo” o entre “tú” y “todos”. Entre otras varias. He tenido que repetir una frase sencilla varias veces para que alguien sepa qué quiero decir.

Para familiarizarme rento además dvds y voy al cine; miro Le Docteur House doblado y subtitulado al francés (lo intenté también con Friends, pero el doblaje es infame); he conseguido varios libritos de autores franceses: Zola, Voltaire, Balzac, LeClézio..., Carlos Fuentes traducido al francés, y otros menos conocidos con historias de detectives para niños, o relatos cortos para adultos de amplio criterio; un poco de todo. Me reúno y me escribo también con una francesa estudiante de Derecho Internacional que quiere mejorar su español y practicar el inglés. Y lo hablo aunque sea masticado y a golpes en las calles, obligado a entenderme en francés con empleados y vendedores, al menos hasta que agoto su exigua paciencia o me trabo de vergüenza por no haber sido capaz de recitar mi número de “portable”.

Qué diablos. Siento que estoy a punto de hacer un progreso notable, a fuerza de tanta exposición y hartas ganas. En cualquier aprendizaje hay que alcanzar una masa crítica de conocimiento y práctica, antes de dar un primer pequeño paso del cual sentirse contento.

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